REZA Y
COMPARTE JUVENIL
RAMOS Y
PASIÓN, REY DE LOS JUDIOS
GUÍA DE
ORACIÓN J Domingo de Pasión - Ciclo A
GUÍA: Estamos en el comienzo de la Semana
Santa. Jesús entra en Jerusalén montado en un borrico. Es proclamado Rey , él
viene humilde en un trono humilde. Nos unimos a la gente para aclamarle Rey,
Hijo de David, Señor. Es un día de fiesta que continúa con la Lectura de la
Pasión. Visualizamos, nos unimos y pedimos perdón. SILENCIO DE TOMA DE
CONCIENCIA, DE ACLAMACIÓN, DE PERDÓN.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):
Cristo, a
pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por
uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó
sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre
de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
GUÍA: Jesús toma la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos. Deja que le aclamen y también recibe el maltrato de
su pueblo, de sus amigos. El Padre o levanta y acepta la ofrenda en el
calvario. Un duro camino que redime nuestros pecados. Purifiquemos el corazón,
la mente y la vivida. El Padre, el Hijo y el Espíritu nos acogen y nos dan la
paz. SILENCIO CAMBIO, DE REDENCIÓN, DE PRESENCIA.
Sal
21,8-9.17-18a.19-20.23-24
R/. Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se
burlan de mí,
hacen
visajes, menean la cabeza:
«Acudió al
Señor, que lo ponga a salvo;
que lo
libre, si tanto lo quiere.» R/.
Me acorrala
una jauría de mastines,
me cerca una
banda de malhechores;
me taladran
las manos y los pies,
puedo contar
mis huesos. R/.
Se reparten
mi ropa,
echan a
suertes mi túnica.
Pero tú,
Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía,
ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu
fama a mis hermanos,
en medio de
la asamblea te alabaré.
Fieles del
Señor, alabadlo;
linaje de
Jacob, glorificadlo;
temedlo,
linaje de Israel. R/.
Pasión de
nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):
Jesús fue
llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú
el rey de los judíos?»
C. Jesús
respondió:
+ «Tú lo
dices.»
C. Y,
mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada.
Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes
cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba
a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el
gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un
preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién
queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues
sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el
tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te
metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los
sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto
de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál
de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos
dijeron:
S. «A
Barrabás.»
S. «¿Y qué
hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C.
Contestaron todos:
S. «Que lo
crucifiquen.»
C. Pilato
insistió:
S. «Pues,
¿qué mal ha hecho?»
C. Pero
ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo
crucifiquen!»
C. Al ver
Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto,
tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy
inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el
pueblo entero contestó:
S. «¡Su
sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces
les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo
crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y
reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un
manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la
cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la
rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve,
rey de los judíos!»
C. Luego le
escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada
la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que
llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir:
«La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no
quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a
suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un
letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron
con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban
lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que
destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres
Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos
sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros
ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de
la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que
lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los
bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta
la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde,
Jesús gritó:
+ «Elí, Elí,
lamá sabaktaní.»
C. (Es
decir:
+ «Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo,
algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías
llama éste.»
C. Uno de ellos
fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola
en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo,
a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio
otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se
arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces,
el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las
rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían
muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron
en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que
custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron
aterrorizados:
S.
«Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había
allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a
Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la
madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste
acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo
entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia,
lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra
grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María
se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado
el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los
fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor,
nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los
tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta
el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al
pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura
sería peor que la primera.»
C. Pilato
contestó:
S. «Ahí
tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos
fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del
sepulcro.
GUÍA: Al escuchar la Pasión nos vemos
incluidos entre el barullo de la gente. Somos con ellos redimidos por Jesús y
perdonados. “No saben lo que hacen.” Cuántas veces pasa así. No sabemos…
Ayúdanos, Señor, a creer, a estar contigo, a perdonar. SILENCIO DE CONFIANZA,
DE PERDÓN, DE BÚSQUEDA.
PRESENTAMOS
NUESTRA FE, CONFIANZA, PERDÓN, OFRENDA.
SALUDAMOS A MARÍA QUE ACOMPAÑA A SU HIJO, COMPARTIMOS
SU DOLOR.
NOS
DIRIGIMOS AL PADRE CON LA ORACIÓN DE JESÚS: PADRE NUESTRO-
CANTAMOS:
Arriba
nuestros ramos
Arriba
nuestros ramos
cantando
al Señor
Arriba
nuestros ramos
cantando
al Señor
Bendito
el que viene
en el
nombre del Señor
Jesús
nuestra esperanza
Jesús
liberador.
Era un
domingo
allá en
Jerusalén
cuando en
un burrito
Jesús
entra a padecer
Todo el
pueblo humilde
lo salió
a recibir
y con
entusiasmo
comenzaron
a decir.
Pero el
mejor canto
que Jesús
quiso escuchar
fue el
canto puro
de los
niños del lugar
Ellos
saludaban
a Jesús
liberador
Cristo el
esperado
de los
pobres del Señor.
Hoy
también nosotros
te queremos
recibir
y por tu
camino
serte
fieles hasta el fin
Cristo
nos conduces
hacia el
reino de la luz
marcas
nuestra huella
con la
sangre de la cruz.
Llegan ya
los días
de la
Pascua del señor
Cristo
con su muerte
nos da
vida y salvación
Juntos revivamos
el
misterio de la cruz
y
compartiremos
el
triunfo de Jesús.