REZA Y COMPARTE JUVENIL
SÍNODO
JÓVENES, PREPARACIÓN 7
Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional
DOCUMENTO PREPARATORIO (fragmento)
Tomar decisiones y
orientar las propias acciones en situaciones de incertidumbre y frente a
impulsos internos contradictorios es el ámbito del ejercicio del
discernimiento. Se trata de un término clásico de la tradición de la Iglesia,
que se aplica a una
pluralidad de situaciones. En efecto, existe un discernimiento de los signos de los tiempos,
que apunta a reconocer la presencia y la acción del Espíritu en la historia; un
discernimiento moral,
que distingue lo que es bueno de lo que es malo; un discernimiento espiritual, que tiene como
objetivo reconocer la tentación para rechazarla y, en su lugar, seguir el camino de la
plenitud de vida.
Las conexiones entre estas diferentes acepciones son evidentes y no se pueden
nunca separar completamente.
Teniendo presente esto, nos
centramos aquí en el discernimiento
vocacional, es decir, en el proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el
Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por
la del estado de vida. Si el interrogante de cómo no desperdiciar las
oportunidades de realización de sí mismo afecta a todos los hombres y mujeres, para el creyente la
pregunta se hace aún más intensa y profunda.
¿Cómo vivir la buena noticia del Evangelio y responder a la llamada que el Señor dirige a todos aquellos a quienes les sale al encuentro: a través del matrimonio, del ministerio ordenado, de la vida consagrada? Y cuál es el campo en el que se pueden utilizar los propios talentos: ¿la vida profesional, el voluntariado, el servicio a los últimos, la participación en la política?
¿Cómo vivir la buena noticia del Evangelio y responder a la llamada que el Señor dirige a todos aquellos a quienes les sale al encuentro: a través del matrimonio, del ministerio ordenado, de la vida consagrada? Y cuál es el campo en el que se pueden utilizar los propios talentos: ¿la vida profesional, el voluntariado, el servicio a los últimos, la participación en la política?
El Espíritu habla y actúa
a través de los acontecimientos
de la vida de cada uno, pero los eventos en sí mismos son mudos o
ambiguos, ya que se pueden dar diferentes interpretaciones. Iluminar el
significado en lo concerniente a una decisión requiere un camino de
discernimiento. Los tres verbos con los que esto se describe en la Evangelii
gaudium,
51 – reconocer, interpretar y elegir – pueden ayudarnos a delinear un itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las comunidades, sabiendo que en la práctica los límites entre las diferentes fases no son nunca tan claros.
51 – reconocer, interpretar y elegir – pueden ayudarnos a delinear un itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las comunidades, sabiendo que en la práctica los límites entre las diferentes fases no son nunca tan claros.
En
diálogo con el Espíritu, reconocer, interpretar, elegir
El reconocimiento se refiere, en primer lugar, a los efectos que los
acontecimientos de mi vida, las personas que encuentro, las palabras que
escucho o que leo producen en
mi interioridad: una variedad de «deseos, sentimientos, emociones» (Amoris laetitia, 143) de muy distinto
signo: tristeza, oscuridad, plenitud, miedo, alegría, paz, sensación de vacío,
ternura, rabia, esperanza, tibieza, etc.
Me siento atraído o empujado hacia una pluralidad de direcciones, sin que ninguna me parezca la que claramente se debe seguir; es el momento de los altos y bajos y en algunos casos de una auténtica lucha interior.
Reconocer exige hacer aflorar esta riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas. Exige igualmente percibir el “sabor” que dejan, es decir, la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo más profundo que hay en mí.
Me siento atraído o empujado hacia una pluralidad de direcciones, sin que ninguna me parezca la que claramente se debe seguir; es el momento de los altos y bajos y en algunos casos de una auténtica lucha interior.
Reconocer exige hacer aflorar esta riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas. Exige igualmente percibir el “sabor” que dejan, es decir, la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo más profundo que hay en mí.
En esta fase,
la Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho,
pone en movimiento las pasiones como todas las experiencias de contacto con la
propia interioridad, pero al mismo tiempo ofrece una posibilidad de hacerlas
emerger identificándose con los acontecimientos que ella narra. La fase del
reconocimiento sitúa en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de
la persona, sin eludir por temor la fatiga del silencio. Se trata de un paso fundamental en el camino
de maduración personal, en particular para los jóvenes que experimentan
con mayor intensidad la fuerza de los deseos y pueden también permanecer
asustados, renunciando incluso a los grandes pasos a los que sin embargo se
sienten impulsados.
Interpretar
No basta reconocer lo que se ha experimentado: hay que
“interpretarlo”, o, en otras palabras, comprender a qué el Espíritu está llamando a través de
lo que suscita en cada uno. Muchas veces nos detenemos a contar una
experiencia, subrayando que “me ha impresionado mucho”. Más difícil es entender
el origen y el sentido
de los deseos y de las emociones experimentadas y evaluar si nos están orientando en una
dirección constructiva o si por el contrario nos están llevando a replegarnos
sobre nosotros mismos.
Esta fase de interpretación es muy delicada: se requiere paciencia, vigilancia y
también un cierto aprendizaje. Hemos de ser capaces de darnos cuenta de
los efectos de los condicionamientos sociales y psicológicos. También exige
poner en práctica las propias facultades intelectuales, sin caer sin embargo en
el peligro de construir teorías abstractas sobre lo que sería bueno o bonito
hacer: también en el discernimiento«
es la realidad superior a
la idea» (Evangelii gaudium, 231).
En la interpretación tampoco se puede dejar de enfrentarse con la realidad y de tomar en consideración las posibilidades que realmente se tienen a disposición.
En la interpretación tampoco se puede dejar de enfrentarse con la realidad y de tomar en consideración las posibilidades que realmente se tienen a disposición.
Para interpretar los deseos y los movimientos interiores es necesario confrontarse honestamente,
a la luz de la Palabra de Dios, también con las exigencias morales de la vida
cristiana, siempre tratando de ponerlas en la situación concreta que se está
viviendo.
Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no contentarse con la lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto resulta una propuesta atractiva y estimulante para los jóvenes.
Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no contentarse con la lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto resulta una propuesta atractiva y estimulante para los jóvenes.
Este trabajo de interpretación se desarrolla en un diálogo interior con el
Señor, con la activación de todas las capacidades de la persona; la ayuda de una persona experta
en la escucha del Espíritu es, sin embargo, un valioso apoyo que la
Iglesia ofrece, y del que sería poco sensato no hacer uso.
diálogo interior con el Señor,
ayuda de una persona experta en la escucha del Espíritu
La oración asidua, la Palabra de
Dios, la frecuencia de la Eucaristía y Reconciliación.
Presencia de María Madre y
maestra.
Diálogo con el Padre, con el Hijo
Jesús, con el Espíritu.
Ofrecimiento.
Ofrecimiento.