REZA Y COMPARTE JUVENIL
TEMA J CUARESMA 22, 2
Vamos avanzando en la Cuaresma. El
mensaje del Papa Francisco sigue indicándonos unas pautas de reflexión hacia la
Pascua de Jesucristo. Te las ofrecemos para que te unas a la reflexión de la
Iglesia y de las personas que la formamos. Las hemos repartido en varias partes.
Puedes profundizarlas en distintos días. ¿Te gusta así?
2. «No nos cansemos de hacer el bien»
La
resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e
introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto
XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). Frente a la amarga desilusión por tantos
sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al
desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos
en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia
ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos
son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y
caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del
que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas,
vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is
40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor
(cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb
12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien»
(Ga 6,9).
No
nos cansemos de orar.
Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1).
Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros
mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra
fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el
consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf.
Is 7,9). Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio
de las tempestades de la historia [2]; pero, sobre todo, nadie se salva sin
Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las
oscuras aguas de la muerte. La fe no nos exime de las tribulaciones de
la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran
esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros
corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5).
No
nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma
fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de
pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación,
sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar [3]. No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa
fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo
largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el
pecado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 166). Uno de estos modos es el riesgo de
dependencia de los medios de comunicación digitales, que empobrece las
relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y
cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral (cf. ibíd.,
43) hecha de «encuentros
reales» ( ibíd., 50), cara a cara.
No
nos cansemos de hacer el bien en
la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos
la limosna,
dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Dios, «quien provee semilla al sembrador y
pan para comer» (2 Co 9,10), nos proporciona a cada uno no sólo lo que
necesitamos para subsistir, sino también para que podamos ser generosos en el
hacer el bien a los demás. Si es verdad que toda nuestra vida es un
tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes
tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas
que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37). La Cuaresma es un
tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no
ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y
no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a
todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a
los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados (cf. Carta
enc. Fratelli tutti, 193).
3. «Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos»
La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como
también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para
siempre; han de ser conquistados cada día» (ibíd., 11). Por tanto,
pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5,7) para no
desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al
Padre, que siempre
nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las
seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is
55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión
de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el
terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de
que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la
perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para
nuestra salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con
todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co
5,14-15), y empezamos
a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos»
(1 Co 15,28).
Que
la Virgen María, en cuyo
seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón» (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a
nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé
frutos de salvación eterna.
FRANCISCO
Distribuye tu reflexión sobre el Mensaje del Papa Francisco en varios momentos. Reflexión, oración, acción, te ayudan a interiorizar y poner en práctica lo que crees que te va bien. No faltes. Buen camino hacia la Pascua.
ResponderEliminar"frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás". Nos unimos a Jesús que muere por todos y resucita. Él nos libera del mal en su victoria.
ResponderEliminar"Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas". La confianza en el Señor nos renueva cada día. Gracias, Padre, por tu presencia.
ResponderEliminar"el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte". Con él vivimos y damos vida. La muerte es vencida por la resurrección. Lo interiorizamos y sentimos su presencia. Oramos.
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