GUÍA: Venid,
os aliviaré. Un anuncio de salvación para los cansados y desesperanzados. Hay personas que no tienen esperanza, también
entre los jóvenes. Tú puede ser que estés fuerte y tu ánimo rebose alegría. Da
gracias a Dios por sus dones. Recorre todo lo que quieres agradecer. Hazlo con
frecuencia. Esto hará que te sientas agraciado. ¿Conoces a alguien desanimado?
Nos
ponemos en esa fila de espera y buscamos esperanza, perdón, compañía, mejora. SILENCIO
DE ESPERA, ENCUENTRO CON JESÚS QUE LLEGA A NOSOTROS, DE AGRADECIMIENTO.
De la carta del apóstol san Pablo a
los Romanos (8,9.11-13):
Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
GUÍA: San Pablo nos dice en su carta, que no estemos en la carne, en las pasiones, sino en el Espíritu. En el día a día, seguramente, te encuentras con inclinaciones que llevan al mal. Ahí está el espacio de afianzamiento en Cristo. Que su Espíritu actúe y nos renueve. El poder de la resurrección transformará nuestras vidas. SILENCIO DE TOMA DE CONCIENCIA DE NUESTRO SER EN CRISTO JESÚS Y DE ÉL EN NOSOTROS.
Del santo evangelio según san Mateo
(11,25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
GUÍA: Te doy
gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a la gente sencilla. Queremos
ir a Ti y aprender de Ti, manso y humilde de corazón. Conviértenos a ti, a tus
senderos, a tus proyectos. Escuchamos tu invitación: Venid a mí, mi carga es
ligera. Queremos confiar y esperar en tu palabra. SILENCIO DE ESTAR CON JESÚS Y DE PRESENTARLE NUESTRAS CARGAS. SILENCIO
DE ACEPTAR LA SUYA, EL PROYECTO DEL AMOR
RECOGEMOS EN SÍNTESIS NUESTRO ORACIÓN
OFRECEMOS, PEDIMOS, CONFIAMOS
INVOCAMOS A MARÍA NUESTRA MADRE, compañera de camino
PRESENTAMOS AL PADRE LA ORACIÓN DE JESÚS, con toda la familia humana. PADRE
NUESTRO
CANTAMOS
Somos un
pueblo que camina (E. V. Mateu)
Somos un
pueblo que camina,
y juntos
caminando podremos alcanzar
otra ciudad
que no se acaba,
sin penas ni
tristezas, ciudad de eternidad.
Somos un
pueblo que camina,
que marcha
por el mundo buscando otra ciudad.
Somos
errantes peregrinos
en busca de
un destino, destino de unidad.
Siempre
seremos caminantes,
pues sólo
caminando podremos alcanzar
otra ciudad
que no se acaba,
sin penas ni
tristezas, ciudad de eternidad.
Sufren los
hombres, mis hermanos,
buscando
entre las piedras la parte de su pan.
Sufren los
hombres oprimidos,
los hombres
que no tienen ni pan ni libertad.
Sufren los
hombres, mis hermanos,
mas Tú
vienes con ellos y en Ti alcanzarán
otra ciudad
que no se acaba,
sin penas ni
tristezas, ciudad de eternidad.
Danos valor
para la lucha,
valor en las
tristezas, valor en nuestro afán.
Danos la luz
de tu Palabra,
que guíe
nuestros pasos en este caminar.
Marcha,
Señor, junto a nosotros,
pues sólo en
tu Presencia podremos alcanzar
otra ciudad
que no se acaba,
sin penas ni
tristezas, ciudad de eternidad.
Dura se hace
nuestra marcha,
andando
entre las sombras de tanta oscuridad.
Todos los
cuerpos desgastados,
ya sienten
el cansancio de tanto caminar;
pero tenemos
la esperanza
de que
nuestras fatigas al fin alcanzarán
otra ciudad
que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de
eternidad.
Buen día, Reza y Comparte Juvenil. La liturgia del domingo nos invita a estar con Jesús y recibir su don. Que sepáis recibirlo y compartir con tantas personas que encontráis en el camino. Un bonito trabajo para la semana. Bendiciones.
ResponderEliminar"Venid, os aliviaré". Jesús resucitado con su presencia entre nosotros, sigue siendo la fuerza y la cercanía que salva y hace nueva la vida. Con Él nos sentimos alegres.
ResponderEliminarDanos valor para la lucha,valor en las tristezas, valor en nuestro afán.
ResponderEliminarDanos la luz de tu Palabra,que guíe nuestros pasos en este caminar" Gracias, Padre, por tu presencia en nuestra vida, por tu amor que alienta y anima.
"Marcha, Señor, junto a nosotros,pues sólo en tu Presencia podremos alcanzar otra ciudad que no se acaba" Ven Señor, te necesitamos. Ven a nuestras calles y nuestras plazas. Como entonces sigue convocando con tu palabra.
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