GUÍA: Es el Domingo 11º del Tiempo Ordinario, ciclo C. Nuestro blog
sigue animándoos a la oración. El encuentro con Jesús, seguro que da sus
frutos. Algunos entráis y comunicáis experiencias. Otros nos visitáis y animáis
con esa participación que siempre es
buena y alegra el corazón, sabiendo que os gusta y os hace bien la reflexión y
la oración. Gracias, por estar ahí y acompañarnos día a día. Seguimos contando
con cada uno. Podéis pasar la dirección a otros y poner alguna frase que os
gusta o que os anima a algún comentario. Así irá aumentando la participación y
lo aprovecharemos mejor.
- Espíritu de Dios, Padre Dios y Jesús Hijo de Dios, Santa Trinidad, gracias por vuestra presencia en nosotros y en la vida. Hacemos nuestra oración. Estamos aquí, en vuestra presencia. Nos dejamos envolver por la luz de Dios que ilumina los corazones y fortalece las voluntades. La Palabra de este domingo nos renueva. Ahora nos reconocemos ante el Señor y le decimos cómo estamos, nos dejamos mirar por Él y escuchamos, adorando su presencia. SILENCIO REVERENTE, DE ACOGIDA.
De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (2,16.19-21):
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto.
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto.
GUÍA: San Pablo presenta su fe. Es la fe lo que justifica, no la ley. En la
fe estoy con Cristo y Cristo vive en mi. Nos lleva a la visión de Jesús
presente en nosotros y que da eficacia a la gracia de Dios. Pensemos estas
palabras y admitamos su realidad. El cristiano se hace por esa presencia de
Cristo en él. Nosotros iremos creciendo en esta seguridad, por el ejercicio de
nuestra fe y nuestro convencimiento. Visualicemos su presencia y pidámosle que
nos enseñe a vivir de acuerdo con su amistad y gracia. SILENCIO REFLEXIVO, DE AMOR Y COMPROMETIDO CON JESÚS.
Del santo evangelio según
san Lucas (7,36–8,3):
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
GUÍA: Visualizamos a Simón, el fariseo, y todo el ambiente. Estamos allí. La
mujer está entre la gente, se acerca y regala a Jesús, su perfume. Crítica del
fariseo y defensa de Jesús. Se la perdona porque ha amado mucho. ¿Con qué
personaje nos identificamos? ¿Qué hacemos? En nuestro interior , estamos ante
Jesús. Nos presentamos y le ofrecemos lo que somos y tenemos, perfume o
críticas. Esperanza o desánimo. SILENCIO
PERSONAL, CREYENTE Y DE OFRECIMIENTO.
PRESENTAMOS NUESTRO ORACIÓN al Señor.
AGRADECEMOS su presencia, su luz y cercanía.
¿COMUNICAMOS alguna idea, COMPROMISO?
¿Qué nos dice María?
PADRE NUESTRO con los jóvenes del mundo.
CANCIÓN
El Espíritu de Dios está
sobre mí,
El Espíritu de Dios está sobre mí.
Por que El me ha ungido,
El me ha enviado,
para dar la buena noticia a los pobres,
y anunciar a los cautivos la libertad,
y anunciar a los cautivos la libertad.
Y a los ciegos la vista,
la libertad al oprimido,
y a anunciar la salvación, del Señor,
y a anunciar la salvación, del Señor.
El Espíritu de Dios está sobre mí.
Por que El me ha ungido,
El me ha enviado,
para dar la buena noticia a los pobres,
y anunciar a los cautivos la libertad,
y anunciar a los cautivos la libertad.
Y a los ciegos la vista,
la libertad al oprimido,
y a anunciar la salvación, del Señor,
y a anunciar la salvación, del Señor.
Palabra de confianza y de perdón. Las dos nos vienen bien y podemos sembrar semillas a nuestro alrededor.
ResponderEliminar" hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo" Estamos en camino y día a día queremos mejorar en la fe que nos salva y hace fuertes. Que la transmitamos a otros siendo testigos fiables.
ResponderEliminarLa purificación es un don de Dios, ha comentado Benedicto XVI en sus escritos. A la pecadora la limpia por su amor. Dejemos que Jesús también nos purifique y transforme. De esta forma se irá transformando el mundo.
ResponderEliminar«Simón, tengo algo que decirte.» Escucha tu nombre y... tengo algo que decirte. ¿Qué nos dirá? ¿Le recibimos con corazón limpio o vamos pasando? Jesús, que oigamos tu voz y caminemos contigo en tus caminos.
ResponderEliminar"Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús" Que la fe nos dé la seguridad en Jesús y caminemos con Él.
ResponderEliminar"El Espíritu de Dios está sobre mí. Por que El me ha ungido" Estamos ungidos por el Espíritu. El Señor está con nosotros. Pedimos el Espíritu para todos y agradecemos su presencia. Reforma el orbe de la tierra.
ResponderEliminar«Tu fe te ha salvado, vete en paz.» Jesús ve la fe de la mujer y no duda en perdonarle los pecados y aceptar su perfume. Gracias, Jesús por tantas veces que nos has perdonado y sigues fiándote de nosotros. Que seamos capaces de imitar tu generosidad.
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